Una de las conversaciones más interesantes en esas páginas se refiere a la transición de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) de un movimiento de liberación a uno preocupado sólo por crear una nación, sin que importara de qué tipo de nación pudiera tratarse. Las observaciones de Said sobre los defectos del nacionalismo como ideología o estrategia son reveladoras y podrían aplicarse en general a todos los movimientos nacionales de liberación que comercian con su deseo de liberación a cambio del mero hecho de constituirse en nación. Cuando ocurre esto, sostiene Said, se abre el camino para quienes sólo están interesados en lucrarse y en hacerse con el control del poder. Discutiendo sobre esta cuestión, los dos hombres toman la iniciativa en uno de los dilemas más importantes del mundo moderno: ¿Cómo puede un pueblo llevar a cabo el cambio de estado colonial a otro que no se limite meramente a ser un duplicado de la situación colonial aunque sin las tropas y la administración ocupante? Como cualquier estudiante de historia puede ver, el mundo postcolonial no ha creado una situación donde exista igualdad entre las ex colonias y los ex colonialistas. En realidad, podría decirse que las disparidades y sistemas de control son ahora mayores que lo eran en la época colonial, al menos en ciertas circunstancias.
Esas discusiones dejaban claro que Said creía que no es suficiente con liberar una tierra del yugo del colonialismo. Un pueblo necesita liberar también sus mentes de ese yugo. Ahí es donde el pensamiento de Said sobre la cultura –tanto la del opresor como la del oprimido- es tan importante. Era uno de los escasos izquierdistas modernos que puso en primer lugar el papel de la cultura entre los elementos dedicados al desarrollo de la conciencia de un pueblo. Y a la inversa, Said también comprendía y escribió mucho acerca de la utilización de la cultura por la potencia imperial para colonizar las mentes de los pueblos ocupados. Como Frantz Fanon, no sentía temor al plantear la asunción por parte de algunos de los colonizados del pensamiento de los ocupantes. Es interesante ver que grupos de la resistencia de inspiración religiosa, como Hamas, comprenden esto demasiado bien. Mientras Hamas afronta ciertamente la opresión política y económica de los palestinos con programas que les alimentan y educan, también celebran una versión islámica de la cultura de resistencia de Palestina. No es que la cultura palestina laica no exista, dice Said, es que esos intelectuales que deberían estar promoviendo su extensión han abdicado de sus responsabilidades. Como la mayoría de los intelectuales de Occidente, han cedido al poder de la política, del dinero, o de ambas cosas.
Cultura, conciencia y resistencia, Ron Jacobs.