Se supone que estar cerca de la muerte obliga a revisar las prioridades, la escala de valores, esas cosas. El capitalismo, o al menos la peculiar versión conocida como capitalismo financiero desregulado -o a la americana- que se impuso en los últimos 25 años, estuvo al borde del precipicio en algún momento de septiembre de 2008: los líderes mundiales no tardaron en proclamar que impondrán más regulación, más control tras unos años de barra libre, de casi todo vale. Al cabo, había una burbuja (o varias) con muchos padres pero sobre todo uno: la banca y una serie de prácticas basadas en los excesos. O en algo de tan dudoso nombre como el sistema bancario en la sombra. O directamente en el fraude, en algunos casos. Y eso había que cambiarlo para "disciplinar" el sistema financiero, según la definición del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Pero el olvido. El olvido es quizá uno de los grandes problemas económicos, uno de los más difícilmente solubles. La memoria financiera dura unos 10 años; acabado ese plazo ya nadie suele recordar qué demonios sucedió en la crisis anterior. Hace justo una década explotó una burbuja -la famosa puntocom-, apoyada en manipulaciones contables, en ingenierías financieras, el típico relato del ungüento de serpiente que acabó explotando. También entonces los reguladores prometieron ponerse a trabajar para evitar que eso volviera a repetirse. Casi 10 años después, la siguiente burbuja, inmobiliaria y de deuda, consiguió que los ejecutivos que perpetraron aquella crisis de las puntocom, las Enron, Worldcom y demás parecieran meros aprendices de brujo en comparación con los nuevos Houdinis de las finanzas y las matemáticas financieras.
Da reportaxe ¿Pero esto es todo?, de El País.