Manuel Chaves Nogales se muestra irritado e iracundo. Estaba especialmente herido, para él Francia era la cumbre de la civilización europea. Él, que llegaba de sufrir cientos de bombardeos en Madrid, se encontró en París con la rendición de la ciudad tras el primer ataque aéreo. No soportaba que el pueblo francés prefiriese la esclavitud a la guerra.
"Este egoísmo feroz, desesperado, egoísmo rayano en el heroísmo, ha sido acaso la razón fundamental de la catástrofe de Francia", concluye al ver que la "masa popular francesa" de entonces estaba formada únicamente por la suma de todos estos egoísmos individuales. Revisa las causas y no entiende cómo es posible que sea "más fácil y menos peligroso" suprimir al pueblo sus libertades o su dignidad, "que una línea de autobús".
A lo largo de los ocho capítulos en los que repasa el porqué del abatimiento francés, se muestra agrio ante el conformismo que ha arrastrado al espíritu francés a entregarse sin rebelión al totalitarismo que mancha Europa. De hecho, emplea la más cruda ironía, en el límite del cinismo, para describir cómo París "fue conquistado por los agentes de la porra", por los agentes alemanes de avanzadilla de los carros de asalto de la primera división motorizada, que les ordenaban el tráfico.
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El autor pone oído además de fusta y colorea estas crónicas con anécdotas como la de un joven pintor de gran talento movilizado para defender a Francia de la amenaza nazi. Fue llamado por su comandante para encargarle la decoración de una gran sala en la que sería instalado el hogar del soldado. "Pínteme usted en las paredes algo que sea divertido y patriótico, para que los muchachos estén alegres y tengan buena moral", le dijo el comandante. "Yo no sé pintar nada divertido y patriótico", replicó el pintor. "¿Pues no es usted pintor? ¿Qué pinta entonces?", a lo que el soldado le contestó altivo, "pintura abstracta".
El comandante, dándolo por perdido: "Pinte usted lo que le dé la gana con tal de que no sea comunista. Como me pinte usted algo que huela a comunismo lo encierro en el calabozo durante dos meses. ¡Ah! ¡Y ponga usted banderitas, muchas banderitas tricolores".
Peio H. Riaño escribe en Público sobre Manuel Chaves Nogales