Mientras, lo que le queda a los filósofos, "es explicar y explicar. Y apartarse del liberalismo eurocentrista". Zizek, que parte muchas veces de anécdotas, novelas y películas para dejar claro a qué se refiere, cuenta que Terry Eagleton le contó que el historiador Osborne fue a dar una conferencia a unos obreros y empezó diciendo que lo que iba a decirles tenía que ser relativizado, que era su punto de vista, que él no sabía más que ellos. Y uno de los asistentes le increpó: "Pues váyase, se le paga por saber más que nosotros y contárnoslo". El filósofo debe transmitir conocimientos a los demás, invitarles a pensar el presente de forma crítica. Empezando por el uso del lenguaje contaminado de violencia hasta en sus términos más aparentemente pacíficos. Por ejemplo, "tolerancia". Zizek invita a revisar los discursos de Martin Luther King, del feminismo contemporáneo: "No hay peticiones de tolerancia, King no pretendía que los blancos toleraran a los negros ni las feministas quieren que se las tolere. Reclaman igualdad, cuestionan lo que hay", que es algo muy diferente. Y señala la ironía de que su intervención se produzca en un centro de arte (Santa Mónica, en Barcelona) en vez de en la Universidad. "Es cada vez más frecuente".
Zizek termina su entrevista invitando al periodista a utilizar sus palabras: "Manipúleme orwellianamente, tiene permiso. Sorpréndame mostrando lo que he dicho". Eso está hecho.
El País, entrevista a S. Zizek