Las mujeres, sobre todo negras e indígenas, constituyen la mayoría de los pueblos pobres de América del Sur y el Caribe. Si el feminismo en América Latina y el Caribe no enfrenta la pobreza de las mujeres, no tiene cómo radicalizarse. Si no enfrenta la democratización de la tierra y el acceso de las mujeres a ese derecho, no hay radicalización. Si no enfrenta el derecho a nuestro propio cuerpo, no hay radicalización. El feminismo se tiene que popularizar, extenderse por todos los lugares donde las mujeres están siendo explotadas y violentadas, creando raíces como una organización política vuelta a la transformación social. ¿Cuál es la capacidad del movimiento feminista para reconocer todas las expresiones de luchas cotidianas de millares de mujeres que producen cambios en las comunidades donde viven, en las instituciones donde trabajan, que se definen como feministas -o no- y que forjan un amplio movimiento de mujeres? ¿Cómo se relaciona el feminismo con esa movilización de mujeres? Esa es una cuestión que debe ser puesta como una relación dialéctica entre el feminismo y el movimiento de mujeres en general.
Para mí, radicalizar es también luchar contra la hegemonía de una visión liberal de democracia, como si la democracia liberal fuese la única experiencia histórica y definición posible de la democracia. La radicalización pasa también por la no aceptación de la idea de que los fines justifican los medios.
¿Cuáles son las formas de democracia política que estamos forjando? ¿Teorizando, practicando, defendiendo, alterando? Representativa, participativa, democracia directa. ¿Cómo democratizar el sistema de poder político? ¿Cómo el feminismo ha enfrentado de hecho al sistema de poder político, producido crítica, confrontación? ¿Cómo se coloca ahora para el movimiento feminista la cuestión de poder? Enfrentar ese sistema, en el cual se imbrican las estructuras que reproducen las desigualdades, requiere una inmensa capacidad de organización, de solidaridad y de generosidad en el interior de nuestras articulaciones, así como una capacidad crítica para combatir también en nosotras las formas de actuar heredadas de la tradición de ese sistema que combatimos y de las tradiciones políticas autoritarias.
María Betânia Ávila, Radicalizar el feminismo, radicalizar la democracia